—Eres muy lenta ojazos.
—Claro, como el chulo de Ángel ha pegado el estirón y tiene unas piernas
mucho más largas que las de la enana que soy, va mucho más rápido.
Le di un pisotón.
—Está bien, iré a tu ritmo… —decía mientras empezaba a ir a cámara lenta.
—El pisotón no es nada comparado con la colleja que te vas a llevar.
—Ui, que miedo, como tienes la fuerza de Hulk…
Le gruñí y empecé a correr, dejándole atrás. A los pocos minutos le volvía
a tener al lado.
—Lenta.
—Chulo.
—Fea.
—Idiota.
—Farola.
—¿Qué?
Tarde. Me di cuenta de que tenía una farola en mi camino demasiado tarde.
—Jajajajajajajajajajajajajaja… —Ángel paró para coger aire—¡ Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja!
—No tiene gracia. —le digo mientras me levanto.
—Sí la tiene… Te sale sangre del labio.
Me toqué el labio inferior y noté un ligero dolor, al separar la mano vi
que era cierto.
—Bueno, ¿dónde está tu casa?
—Ahí, la tercera portería.
—Vamos.
Hicimos el resto de camino en silencio (cosa rara), Ángel parecía estar en
su mundo, pensando (cosa más rara aún) en algo muy importante.
Subimos en el ascensor en completo silencio, y entramos por la puerta “C”.
—Siéntate donde quieras, voy a por algo para la herida.
Asentí, y después de verle desaparecer por una puerta, busqué hasta
encontrarlo: el cuarto de Ángel. No se parecía a ninguno de los pocos cuartos
de chico adolescente que había visto hasta ese momento, era luminoso, estaba
extremadamente limpio y recogido, y la cama hecha perfectamente, sin ninguna
arruga.
Me senté en el suelo para no destrozar esa perfección, y me dediqué a
observar las fotografías con el que debería
ser su hermano pequeño, eran igualitos.
—¿Qué haces aquí? —Ángel volvía con un bote blanco y un poco de algodón.
—Me has dicho que me sentara donde quisiera…
—Y has tenido que ir al suelo de mi habitación.
—Sí —dije aparentando seguridad, cosa que no era cierta. Tenía miedo de que
empezara a gritarme de un momento a otro.
—Buena elección, además con el calor que hace, el suelo refresca. —dijo
extremadamente calmado.
—Eh… Sí, vale…
—Pero vas a tener que sentarte en la cama, sino no podré curarte bien.
—¿Tú? ¿Curarme?
—Sí, yo, curarte. ¿Tú ser tonta?
—Yo no ser tonta, tú ser idiota. —le contesté, divertida, mientras me sentaba
en la cama.
Ángel se tumbó bruscamente a mi lado, y se oyó un pequeño ruido proveniente
de la almohada.
Me fijé en el pequeño cojín (o lo que yo creía que era un cojín) que había
al lado de la almohada.
—¡Eso es…!
—Sí, un mapache — acaba él, mientras sonríe al ver mi expresión.
—¡Que monada! —miraba alternando a Ángel, al pequeño mapache, a Ángel otra
vez… No me lo creía.
—¿Te gusta? Cansa un poco, pero a medida que pasa el tiempo se le coge
cariño.
Le pegué en el brazo, recriminándole.
—Es la cosita peluda más bonita y que he visto en mi vida.
—Hablaba con el mapache, no contigo, tonta.
—¡Pero serás idiota…! –le dije, pegándole aún más fuerte.
—Se llama Brownie.
—Jajajaja, ¿Brownie?
—Sí, dulce como un brownie, y marron, brown en inglés. —dijo mientras se
sonrojaba.
—El gamberro de Ángel con un dulce mapache en su casa…
—¡Como se lo digas a alguien…! —empezó a amenazarme mientras se acercaba
demasiado.
—Como se lo diga a alguien… ¿Qué? —le digo mientras le mantengo la mirada.
—Te arrepentirás.
—Ya veremos. —le saqué la lengua para enfadarle más aún.
—Bueno va, estate quieta.
Puso un poco de líquido en el algodón y se quedó mirando mis labios unos
segundos antes de poner el algodón sobre mi labio inferior delicadamente…
Me quejé un poco por el escozor.
—Aguanta un poco, sino luego será peor.
—Vale…
Ángel estaba concentrado en mis labios, por lo que yo pude aprovechar para
observarle desde cerca.
Su pelo claro estaba despeinado, pero le quedaba muy bien. Sus ojos, como siempre,
brillaban con ese verde oliva que tan hipnotizada me dejaban. Sus labios… Finos
y con un color ligeramente rosado…
—Ya está.
Ángel dejó de curarme y pasó su vista de mis labios a los ojos.
—Si sigues mirándome así te voy a tener que denunciar ojazos.
—No hay mucha cosa más que mirar —le contesté mientras me centraba en el
mapache, que se había acomodado en mis piernas.
—Le gustas… —Levanté la vista y vi… ¿Amor? Ángel le tenía un tremendo
aprecio al mapache, por lo visto.
—Y a mí me gusta él…
—Conseguiréis ponerme celoso entre los dos — me dijo con una dulce sonrisa
en la cara.
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué aquí eres la persona más dulce del mundo, por qué no fuera, por
qué en el instituto eres el engreído y chulo al que no le importa nadie más que
el mismo?
—Porque si muestro la mínima debilidad ahí fuera, se me comen. Pierden el
respeto hacia ti, y te dejan solo.
—Pues yo prefiero estar sola que acompañada por interesados.
—¿Prefieres ser tú misma y no tener amigos?
—Soy yo misma, y tengo amigos. Verdaderos amigos. No lo que tienes tú.
—Lo… Lo pensaré…
***
Ya habíamos acabado lo que faltaba del Trabajo de Síntesis, por lo que me dirigí
a la puerta de su casa.
—Bueno… Gracias por ayudarme, de verdad lo necesitaba…
—Lo sé —Se acercó lentamente, evaluando mi reacción. Me dio un beso en la
cara, muy cerca de los labios —. Gracias por curarme.
—De nada, hasta mañana, y ¡cuídate esa herida!
—Hasta mañana… Piensa lo que hemos hablado, ¿Vale?
—Vale.
Al salir a la calle me di cuenta de lo tarde que era. Se había hecho de
noche.
Empecé a ir hacia casa con el paso acelerado, presentía algo malo. Miraba
hacia todos lados, asustada. Oía pasos a ratos, y eso me ponía nerviosa al
girarme y no ver a nadie.
De golpe alguien me tapó la boca desde detrás y me arrastró a un callejón.
Estaba asustada, y al principio no caí donde estaba. Pero luego me di
cuenta de que era el mismo callejón que cogíamos Julio y yo para ir a su casa.
Realmente también era precioso por la noche. Una única farola iluminaba el
sitio, haciéndolo cálido y dejando ver las plantas y flores que formaban el
bonito arco.
Me giré y me encontré con Julio, con un divertido y sonrojado Julio.
—Eres tonto, ¿lo sabías? ¡Me has asustado idiota!
—Lo siento, pero estás muy graciosa.
—¿Qué haces aquí a estas horas?
—Eso es lo que yo te debería preguntar, yo vivo al lado, estaba tirando la
basura…
—Ah…
—¿Y bien?
—¿Y bien qué?
—Que qué haces aquí…
—Vengo… De casa de Mar. Me estaba ayudando con mi trabajo del Crédito.
—Ah… Bueno, pues… ¿Nos vemos mañana?
—Nos vemos mañana.
Me dirigí hacia mi casa mientras, sin poder evitarlo se dibujó una sonrisa
en mi cara.
—Te gusta mucho. ¿Verdad?
—¡Ángel! ¡Por dios! Me vais a matar a base de sustos…
—No me has contestado…
—No… No me gusta…
—¡Venga ya, Ray! ¡Quizás a otros puedes, pero a mí no me engañas! ¡Esa
sonrisa es la que se me queda a
mí cuando…! ¡Cuando…! Bueno, que te gusta.
¿Vale?
—¡¿Y que si me gusta?!
—Pues… Nada, solo preguntaba…
—¿Y tú qué haces aquí? —le dije aún enfadada.
—Pues… Tenía… Un mal presentimiento, no lo sé… Así que quería acompañarte
para asegurarme… De
que no te pasaba nada. Pero ya veo que te ha ido bien y
todo que no estuviera… Bueno, me voy.
—Eh… Sí, como quieras… Gracias…
—¿Cómo quiera? Yo querer, quiero mucho, quiero acompañarte, quiero
conocerte, quiero estar contigo, te quiero a ti, pero no. No, porque estoy
seguro que él te mira de la misma forma que yo, que te quiere, si es posible,
más que yo. Estoy seguro de que acabareis juntos y de que no eres para mí, así
que, sintiéndolo mucho, como quiera, no. Pero voy a acompañarte a casa, que es
una de las pocas cosas que puedo hacer realidad…
—Ángel… Yo… —Quería decirle lo que me hacía sentir. Que no era un compañero
más, era alguien muy especial para mí que me hacía sentir cosas emocionalmente increíbles.
Pero sabía que eso solo nos haría más daño a ambos, porque yo, a pesar de todo,
quería a Julio, le quería como a nadie… Y no podía engañarme pensando que quien
necesito a mi lado es Ángel, porque no era así.— Lo siento…
—No te preocupes, se me pasará… — Se acercó con una sonrisa forzada a mí,
me dio el beso más tierno que he sentido nunca en la mejilla, y me llevó a casa
de la mano, disfrutando del que sería nuestro momento.
El último, pero nuestro, y de nadie más.